Antecedentes
A lo largo de la historia el idioma español ha sufrido cambios importantes en muchos de sus aspectos. Nuestra lengua ha ido evolucionando venturosamente hasta llegar al estado en que la encontramos. Si bien su ortografía es una de las más sencillas del universo conocido, una reforma ortográfica (tan negada por la Real Academia Española) es necesaria. Muchos esfuerzos en pro de la reforma se han gestado en estos últimos siglos, y pocos han sido los cambios al respecto. Con toda la información que D. José Martínez de Sousa expone en su estudio, me he tomado la libertad de enunciar una reforma que considero más adecuada al entorno en que nos desenvolvemos los mexicanos (y, tal vez, muchos otros latinoamericanos).
Propuesta
Los dos principales problemas de la escritura en español en
México son: a) las letras s/c/z, y b) las letras b/v. Con esto en mente,
y también buscando la simplificación que don Pepe y otros autores
buscan, propongo una reforma que consiste en la simplificación
por esta vía.
Una reforma efectiva, según mi parecer, debe
evitar el camino sinuoso en la transición. Por esto, el tomar nuevas
letras (tildes sobre otras consonantes que la n, así como otros
parches tipográficos) podría considerarse, más bien, una
barrera por vencer (tecnológicamente hablando) que una
simplificación.
Joder, nomás cantinfleé. *FIXME*.
Ejemplo
Un ejemplo con todos los cambios propuestos:
Sien años de soledad (fragmento)
Gabriel García MárquezMuços años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía abía de recordar aceya tarde remota en ce su padre lo yebó a conoser el yelo. Macondo era entonses una aldea de beinte casas de barro i cañabraba construidas a la oriya de un río de aguas diáfanas ce se presipitaban por un leço de piedras pulidas, blancas i enormes como guebos preistóricos. El mundo era entonses tan resiente, ce muças cosas caresían de nombre, i para mensionarlas abía ce señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marso, una familia de jitanos desarrapados plantaba su carpa serca de la aldea, i, con un grande alboroto de pitos i timbales daban a conoser los nuebos imbentos. Primero yebaron el imán. Un jitano corpulento, de barba montarás i manos de gorrión, ce se presentó con el nombre de Melquíades, iso una truculenta demostrasión pública de lo ce él mismo yamaba la octaba marabiya de los sabios alcimistas de Masedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, i todo el mundo se espantó al ber ce los calderos, las pailas, las tenasas i los anafes se caían de su sitio, i las maderas crujían por la desesperasión de los clabos i los torniyos tratando de desenclabarse, i aun los objetos perdidos desde asía muço tiempo aparesían por donde más se les abía buscado, i se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros májicos de Melquíades. "Las cosas tienen bida propia --pregonaba el jitano con áspero asento--, todo es cuestión de despertarles el ánima". José Arcadio Buendía, cuya desaforada imajinasión iba siempre más lejos ce el injenio de la naturalesa, i aun más ayá del milagro i la majia, pensó ce era posible serbirse de aceya imbención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, ce era un ombre onrado, le prebino: "Para eso no sirbe". Pero José Arcadio Buendía no creía en acel tiempo en la onradés de los jitanos, así ce cambió su mulo i una partida de çibos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, ce contaba con aceyos animales para ensançar el desmedrado patrimonio doméstico, no consigió disuadirlo. "Mui pronto a de sobrarnos oro para empedrar la casa", replicó su marido. Durante barios meses se empeñó en demostrar el asierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la rejión, inclusibe el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de yerro i resitando en bos alta el conjuro de Melquíades. Lo único ce logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonansia gueca de un enorme calabaso yeno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía i los cuatro ombres de su expedisión lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esceleto calsificado ce yebaba colgado en el cueyo un relicario de cobre con un riso de mujer.
Un ejemplo más largo lo he puesto aquí. Es un cuento de Carlos Fuentes, llamado Chac Mool.
Conclusiones
Esta propuesta, de profesional no tiene nada, pero vale al menos para reconsiderar el estado en que se encuentra nuestra escritura, crear una conciencia ortográfica, y, ojalá, ser tomada en cuenta para un auténtico estudio en pro de la reforma de nuestra lengua preciada.
Bibliografía